'Taxi driver' cumple 35 años como icono

Robert de Niro, en un fotograma de la película, donde da vida al neurótico Travis.
  • Aniversario de una película legendaria
  • Scorsese ganó la Palma de Oro en 1976 con un filme que nació humilde
  • MADRID. EL PERIODICO. OLGA PEREA.- Martin Scorsese tenía tan poco presupuesto para realizar Taxi driver que barajó la posibilidad de rodarla en vídeo y en blanco y negro. No lo hizo. Y con dos duros (1,5 millones de dólares) dirigió una película llamada a convertirse en icono del cine. Lo sigue siendo hoy, cuando se cumplen 35 años de su estreno. Antes de gritar ¡acción! en medio de las calurosas (y peligrosas) calles de Nueva York en el verano de 1975, Scorsese era consciente de que estaba engendrando un trabajo por amor al arte más que un éxito comercial. El genio se equivocó. Nunca imaginó que la frase Are you talking to me? (¿Me estás hablando a mí?) -improvisada por Robert de Niro en la escena del espejo- pasaría a la historia. Hoy sigue siendo el lema de muchas camisetas.
    Cuando Taxi driver -que ganó la Palma de Oro en Cannes de 1976- aterrizó en las salas, Scorsese se metió en una de ellas para ver cómo reaccionaba el público. El cineasta neoyorquino no dio crédito cuando escuchó a sus compañeros de butaca animar a Travis Bickle, excombatiente de Vietnam y neurótico taxista obsesionado con limpiar de «mierda» (prostitutas y drogadictos incluidos) las calles de Nueva York. «El público decía: venga, dale, dale», confiesa el director en el libro Scorsese por Scorsese. Él, sin embargo, había tenido otro objetivo. Crear una catarsis de violencia, sí, pero para que la gente la rechazara.

    ROBERT DE NIRO

    En aquella época, Scorsese y De Niro todavía no eran muy amigos. Habían realizado Malas calles. Sin embargo, el actor -en cuya estantería ya lucía un Oscar por El Padrino II- renunció a un proyecto más grande para meterse en la piel de Travis Bickle. Lo tuvo claro desde que leyó el guion. De Niro siempre había querido escribir una historia sobre un tipo solitario que daba vueltas por Nueva York armado con un revólver. Así que cuando tuvo en sus manos el guion de Taxi driver, escrito febrilmente en diez días por Paul Schrader, no lo dudó.
    Scorsese cobró 65.000 dólares. Y Schrader, 30.000. «Lo que de verdad hizo posible la película es que cuando Bobby [Robert de Niro] ganó el Oscar por El Padrino II podía haber pedido varios cientos de miles de dólares, lo cual habría bastado para que les aumentaran el sueldo a Scorsese y a los demás. Pero Bobby aceptó respetar el acuerdo inicial y trabajó por 35.000. Era un santo», recuerda el productor, Michael Phillips, en Moteros tranquilos, toros salvajes, el imprescindible libro manual en el que Peter Biskind disecciona con bisturí la generación que cambió Hollywood (Scorsese, Coppola, Spielberg…)

    TAXISTA DE VERDAD

    Dado que De Niro había pensado muchas veces en escribir un guion protagonizado por un chalado parecido a Travis, el actor aportó mucho al personaje. De hecho, una de las secuencias más famosas -cuando el taxista se mira en el espejo repitiendo hasta la saciedad Are you talking to me? (¿Me estás hablando a mí?)- no estaba escrita en el guion. Fue improvisación pura y dura de De Niro, que se pasó cuatro semanas como taxista nocturno para prepararse el papel. También visitó con frecuencia el zoológico para estudiar el comportamiento de los lobos, el animal más parecido a Travis Bickle.
    A pesar de que De Niro aportó mucho al personaje, este fue creado por Paul Schrader en un momento fatídico de su vida. Había dejado a su mujer por su amante cuando esta le abandonó. «Me sentía doblemente cubierto de mierda», recuerda en Moteros tranquilos, toros salvajes. El guionista -hombre de ideas suicidas- se dedicó a conducir borracho hasta que cayó enfermo. Una úlcera le llevó al hospital, donde le asaltó la idea de un hombre furioso, un animal salvaje.
    Una vez estrenada Taxi driver, ¿qué pasó con Martin Scorsese? «Poco después recuerdo que empecé a coquetar con las drogas mientras hacía New York New York. Para mí fue el comienzo del descenso a un abismo que duró dos años y del que salí con vida por un pelo», confiesa en el libro de Biskind.