Luz en el túnel del taxi

* Refrendo para adaptar la oferta a la demanda
* El sector votará el día 22 entre cuatro propuestas para sortear la crisis tras una década de parálisis
* La Administración delega el poder en el taxista y dará como buena la opción que logre más votos
BARCELONA. EL PERIODICO. CARLOS MÁRQUEZ DANIEL.- Legislar requiere de una cierta visión de futuro. La ley del taxi, sin ir más lejos. Se redactó y se aprobó en el 2003, en un momento en el que todo iba relativamente bien y el sector se ganaba bien la vida. El paro superaba escasamente el 9% de la población activa y las inscripciones a la Seguridad Social (16,6 millones de personas) superaban de largo la previsión de un Gobierno de José María Aznar al que le quedaba un telediario. Todo era una largo río tranquilo. Esa normativa del taxi bebió del optimismo imperante. Así se entiende que se liberalizara la licencia en el sentido de que cualquier taxista podría explotarla de la manera que considerase oportuna, aunque fuera con el coche circulando las 24 horas del día. Ahora, casi una década después en la que nada se ha movido, el taxi da la vuelta al calcetín e intenta adaptarse. Lo hace por la vía de la consulta, sin imposición y dando la última palabra al taxista.
22 de febrero. Miércoles. Ese día, 10.431 licencias de taxi están convocadas a las urnas en los cinco puntos de votación (oficinas del Instituto Metropolitano del Taxi, aeropuerto de El Prat, Sants y dos talleres de ITV situados en Badalona y Sant Just Desvern). Está en juego equilibrar la oferta y la demanda. El cliente habitual puede pensar que eso no va con él, que es un conflicto interno ajeno al servicio. Error. Un taxista cabreado es un taxista que no trabaja a gusto. Y eso, señor usuario, le afecta. Están pasando cosas que solo los más veteranos recuerdan. Peleas por un cliente, taxis libres que adelantan a otro para llegar antes al semáforo de Aragó con paseo de Gràcia, trifulcas en la terminal de trenes con los que buscan pasaje en zona ilegal.

ASUNTOS RACIALES

«Esto podría acabar mal. Además, tal y como está la situación, muchos le echan la culpa a los extranjeros que hacen el taxi. Se mezclan asuntos raciales y eso es muy peligroso. Llevo 30 años en el taxi y no he vivido una tensión como la que se respira ahora». Lo dice un veterano que suele apostarse en El Prat porque dice que está mayor para ir todo el día por ahí «con el verde encendido intentado cazar algo». Dice que irá a votar para que no se diga. Tiene un Skoda con 300.000 kilómetros. En otras circunstancias se pasaría al Prius híbrido, cuenta, pero visto el mercado, ha decidido ir tirando de pequeñas reparaciones. «El día que reviente, entonces quizás ya será la hora de vender la licencia».
La consulta fue aprobada por todos los representantes del sector del taxi en una reunión celebrada el 1 de febrero en el edificio del Área Metropolitana. Todos de acuerdo en quitar coches de la calle, pero nada de acuerdo sobre la mejor fórmula. De ahí nacen las cuatro opciones que dará la papeleta, más el voto en blanco, que en caso de sumar más que el resto de opciones, dejará el gremio tal cual está. Los chóferes pueden elegir entre dos o cuatro días más de fiesta al mes, turnos rotativos de mañana (6.00 a 15.00 horas) o tarde (13.00 a 22.00 horas) o regulación horaria (taxímetros limitados a 12 horas en el caso de los autónomos y 16 horas en el caso de las licencias explotadas por dos conductores).
Ahora, teniendo en cuenta que de lunes a viernes ya tienen un día libre (viene detallado en la parte trasera del vehículo con iniciales), Barcelona tiene unos 8.000 taxis diarios. Con una facturación que en un par de años ha caído un 40%, estiman que lo ideal es bajar holgadamente de los 7.000, algo que parece garantizado en todos los casos. Luego está el asunto de las licencias a doble turno, un espinoso tema en el que la Administración también tiene previsto meter la nariz para limitarlo del mismo modo que se limita a los empresarios -varios taxis bajo un mismo patrón- al 10% de la flota total.

VOTO SIN DELEGACIÓN

Para asegurar la valía de la consulta, el IMT no permitirá delegar el voto. El sufragio será personal e intransferible y no estará permitido a los asalariados, aquellos taxistas con carnet pero sin licencia propia. ¿La razón? Miedo de que decidan en función de lo que ordene su jefe. Las asociaciones podrán tener interventores acreditados en las mesas y el resultado se dará a conocer la misma noche del 22. ¿Quedará Barcelona desatendida si se reduce la flota? Para responder a esta pregunta, solo tienen que detenerse frente a una concurrida esquina y contar la cantidad de vehículos negros y amarillos que circulan con el verde encendido en el techo. O acercarse a la parada de Rambla de Catalunya con Diputació, donde a mediodía, con espacio para cuatro taxis, se colocan 10.

Con esta votación se resuelve, o esa es la intención, la equidad entre oferta y demanda. Pero queda pendiente el otro problema: la necesidad de designar representantes y romper con la sensación mayoritaria de que muchos de los que tienen siglas detrás y acuden a las reuniones no pintan nada en el mundo real. Las últimas elecciones de la mesa técnica del taxi se celebraron hace 12 años, demasiado tiempo. En el 2000 solo votaron 3.474 taxistas, el 35% del total. Ya entonces el autónomo y el empresario se decían de todo. Ahora seguimos igual, pero si el taxista señala a sus líderes -el IMT les ha convocado el 24 de mayo-, como mínimo podrá ver algo más de luz al final del túnel de esa eterna confrontación