«Lo mejor del taxi es la libertad» Lucio Escaladas, taxista en Oviedo

Lucio Escaladas y su hijo Saúl, ante el taxi del primero, con licencia 175. / PABLO LORENZANA

«De política intentamos no hablar, porque nunca sabes por dónde te puede salir la cosa», cuentan Lucio Escaladas y su hijo Saúl, taxistas

OVIEDO. EL COMERCIO. AZAHARA VILLACORTA.- «Lo mejor del taxi es la libertad, poder organizarte el trabajo como tú quieras, hacer un día poco y otro mucho, ser tu propio jefe», concuerdan Lucio Escaladas (60 años), natural de Merillés (Tineo), de donde conserva el acento occidental, y su único hijo, Saúl (nacido en Gijón hace 36 años), profesionales al volante de sendos vehículos adaptados con los que recorren las calles de Oviedo -cada uno, alternándose con un empleado- y que, como casi todos los taxistas que en el mundo son, acumulan incontables anécdotas en su haber: «Nos ocurren casi cada día».

Como aquella vez que Lucio cogió a un aviador chileno que «llevaba alrededor de setenta millones de pesetas encima en fajos de billetes» y terminó llevándolo de peregrinación de banco a banco, porque «ninguno se los aceptaba al no tener la documentación que le pedían». O aquella otra que Saúl se encontró ante una situación desesperada: un padre con una niña en brazos que había entrado en parada cardiorrespiratoria. «Ahí no hubo semáforos en rojo ni hubo nada». Una historia con final feliz que terminó con la llamada de la familia para agradecerle que hubiese salvado la vida de aquella pequeña. Porque, a veces, también los taxistas se convierten en héroes de andar por casa.

Y luego están, claro, los objetos perdidos. Esos que todo el mundo se deja olvidados en asientos que ejercen de agujeros negros: «Paraguas, bolsas, papeles… Y hasta zapatos. La mayoría, de chica, por esa costumbre de salir de tacón y luego ponerse francesitas. Aunque antes más que ahora, porque los bares no están al 100%».

Es la libertad que ahora se resiente, cercada por las normas que impone la pandemia. Con un parón inicial obligado para todos, en el que «los tres primeros meses fueron muy duros» para un sector que ahora apenas empieza «a levantar cabeza».

En aquellos primeros momentos del confinamiento, los taxistas ovetenses se repartieron el poco trabajo que había -la flota salía en días alternos- y ahora hay quien, como Lucio, aboga por que se produzca una nueva regulación de cara al verano, que «siempre es más flojo, con el agravante de que este año habrá limitaciones al ocio nocturno y a las fiestas de prao». Y, de hecho, un grupo de ellos ya está recogiendo firmas para que se regulen los descansos hasta septiembre.

Pero esa es solo la opinión del más veterano de esta pareja, porque su hijo está «en contra de la regulación si no es por una situación muy excepcional como el confinamiento y la pide la mayoría del sector».

En lo que sí están de acuerdo es en que «los temas que generen mucha controversia deberían someterse a votación entre todos los titulares de una licencia», explica Saúl, que en su día cogió el traspaso de un tío y que hoy tiene un hijo, Yago, que, a pesar de estar en primero de la ESO, también aspira a seguir sus pasos, aunque él y el abuelo prefieren «que estudie una carrera y luego ya se verá».

En eso también forma frente común este tándem que jamás mete el fútbol en las conversaciones con los clientes, porque ni les gusta ni les interesa: «No sabríamos decir ni quién es el entrenador del Madrid». Y menos, la actualidad política: «De política intentamos no hablar, porque nunca sabes por dónde te puede salir la cosa», se ríen a la vez.