Carlos Roldán, taxista y coleccionista de 'contras'
* “Puedo decir que ‘La Contra’ me cambió la vida”
BARCELONA. LA VANGUARDIA.VÍCTOR – M. AMELA.- A qué se dedica usted?
Al taxi. Hace siete meses.
¿Y antes?
Fui 30 años directivo informático en entidades financieras. Hasta que no pude más.
¿Por qué no pudo más?
Me disgustaba mucho ser cómplice de un trabajo que contrariaba mis convicciones.
¿Qué trabajo?
Gestionábamos seguros, y me dolía asistir a tantas arbitrariedades, me dolía ver a personas de carne y hueso perjudicadas por la letra pequeña, presenciar injusticias…
Quizá es usted demasiado sensible…
Me alteraba también la ineptitud de los directivos, verles tomar decisiones trascendentes sin calibrar bien las consecuencias.
¿Tan frívolos eran sus jefes?
Tipos enfermos de másters, con alma de tiburón, sin escrúpulos, fingiendo ser muy entendidos…, ¡pero muy ignorantes y torpes, firmando medidas que ni entienden!
Haberse limitado a cobrar y no mirar.
Llegaba a casa y me sentía fatal. Y el domingo por la tarde, qué tormento… No era feliz.
¿Ganaba usted un buen sueldo?
¡Buenísimo! Pero, al filo de una depresión, ¿para qué quería dinero si vivía infeliz?
¿Y decidió dejarlo todo de repente?
Fui madurándolo… ¡y La Contra me ayudó! Cada día la leo, y leí una entrevista a Inocencio Arias, que decía: “La felicidad es no tener jefe e ir caminando al trabajo”.
Sí, la hizo Lluís Amiguet, la recuerdo.
Leer La Contra suele confirmarme ideas que ya barruntaba sin acertar a expresar. O al revés, me desconcierta y me hace dudar, ¡y a mí me encanta que me hagan dudar!
¿Qué efecto le causó el titular de Arias?
Me reafirmó en que debía dejar mi trabajo. ¡Puedo decir que La Contra me cambió la vida! Aunque también se cruzó la gripe A.
¿Aquella gripe que nadie contrajo?
Yo sí, y sin viajar al extranjero ni nada. Probablemente tenía las defensas bajas…
¿Lo pasó muy mal?
Tras dos días de fiebre alta, me diagnosticaron neumonía bilateral, me ingresaron en la UVI… y estuve muy grave: mi cuerpo no se oxigenaba, padecí alucinaciones… Me indujeron un coma… Y desaparecí del mundo.
¿Por cuánto tiempo?
No recuerdo nada de ocho días de mi vida. Mis pulmones encharcados no se recuperaban, así que propusieron a mi familia una prueba última: ponerme boca abajo.
¿Por qué boca abajo?
Parece que así, a veces, el paciente reacciona…, pero también era fácil que me ahogase y muriese. ¡Pero funcionó!: los pulmones se drenaron y empecé a respirar bien.
Una experiencia límite, ¿eh?
Me hizo tan consciente de la fragilidad de la vida y su valor…, que decidí no pasar ya cinco minutos más sin vivirlos a fondo. La adversidad me fortaleció, como había leído a veces en La Contra… ¡y era verdad!
¿Cuántas contras habrá leído?
¡Todas! Me gusta leer pensamiento, biografía… y empecé a coleccionar contras desde el principio, una a una. ¡Y las tengo todas!
¿Cuántas contras llevamos?
Con la de ayer, han publicado 4.594 entrevistas en La Contra, que empezó hace hoy 5.114 días. Empecé guardando contras en papel, y ahora ¡las llevo todas ordenadas en mi iPad! Y las releo continuamente: son mi libro de cabecera, mi pozo de sabiduría.
¿Qué tipo de contra le atrae más?
La que creo que no va a interesarme… y me descubre algo inesperado. Me encanta leer con la mente abierta: ¡es fabuloso toparte con modos distintos de ver las cosas, que te sugieran replantearte algún punto de vista!
¿Y qué temas son sus preferidos?
Relaciones de pareja y sexo. Espiritualidad. Cambio climático y recursos naturales. Desigualdades sociales.
¡Amplios intereses!
Me avergüenza que el dinero lo condicione todo. “Las escuelas de negocios convierten tu talento en avaricia”, explicaba otra contra. He aprendido tanto leyéndolas…
¿Por ejemplo?
Sobre todo de esos sabios que resumen de modo sencillo lo que les ha costado toda una vida saber. Y de tantas personas con tantas vivencias… ¡Me maravilla leer tantas versiones tan dispares sobre todas las cosas! De las más trascendentes a las más banales.
¿Qué otra contra recuerda?
Una que le hizo usted a Pedro Ruiz, que dijo: “Nos mandan los últimos de la clase”, y yo lo confirmé con mis jefes, unos mediocres ambiciosos y sin escrúpulos.
¿Qué le dijeron al anunciar que se iba?
No me entendían. Pactamos y me largué.
¿Y por qué ha decidido ser taxista?
Para no soportar más jefes y gestionar mi tiempo… Son muchas horas de trabajo, y sé que he descendido varios peldaños en la escala social de valores dominantes, pero…
¿Se arrepiente?
¡No! ¡Estoy contentísimo! Ya no paso cuentas a nadie: ¡qué liberación! Y me levanto cada día relajado y vivo tranquilo. Y rubrico la idea de aquel lama budista en otra contra: “Tu felicidad es una decisión”.
¿Y qué diría usted en una entrevista?
Que aún pretende aborregarnos a todos un sistema… que está ya abocado al fracaso.
Dígame algo contra La Contra.
Veo que los famosillos no suelen decir cosas de gran interés.
¿Qué le parecería ser el entrevistado 4.595 de La Contra?
Eso sería increíble
Comments are closed.