OPINIÓN | Los retos del taxi para sobrevivir a 2021

MADRID. EL ECONOMISTA.ES. EMILIO DOMÍNGUEZ.- Comienza un nuevo año y casi todos dedicamos parte del tiempo a hacer una lista de buenos propósitos. El que esté libre de ello que tire la primera piedra. Esta costumbre forma parte de cierto pensamiento mágico. Como si encarar nuestros viejos retos en el preciso momento del cambio de año fuese a transformarnos, bien a nosotros o a la realidad circundante, de tal modo que nos permitiese modelarlo todo a nuestro antojo o lograr, esta vez sí, lo que antes nos resultaba imposible. Sabemos que las cosas no funcionan así, pero nos gusta creerlo, siquiera, parcialmente. En este caso voy a permitirme hacer este pequeño juego o ejercicio desde la óptica del sector del taxi.

Pero antes de acometer esa tarea, para entrar en situación, me conviene recordar como al inicio de 2018, en un momento de alta incertidumbre jurídica, participé junto con otros técnicos y dirigentes políticos y sectoriales en la programación de un evento que denominamos Los Retos del Taxi, en donde proyectamos grandes cambios en la regulación de la actividad, como transformar las tarifas obligatorias en tarifas máximas que posibilitasen el exitoso sistema de precios cerrados, el taxi compartido, la apuesta medioambiental en los vehículos o la flexibilidad de los requisitos de acceso a la actividad y la relación con los conductores.

“En este momento crítico surgen las mayores tensiones y conflictos de intereses entre los dirigentes sectoriales”

Todos estos asuntos ya se han incorporado en múltiples regulaciones municipales y regionales; e incluso en el convenio colectivo de trabajo, habiendo aumentado la eficiencia y competitividad del sector del taxi. Todo un éxito. Ahora, tres años después, inmersos en otro momento de alta incertidumbre, esta vez económica- por la errática gestión de la crisis sanitaria-, y con una crisis de demanda nunca vista hasta ahora, es seguramente muy conveniente volver a considerar cuales son los nuevos retos sectoriales que han de afrontarse a corto plazo, y promocionar su exposición y realización.

Digo retos sectoriales, en sentido amplio, y no exclusivos de los taxistas, pues este concepto no solo engloba a los profesionales titulares de licencias de taxi, que tan duramente están sufriendo las citadas condiciones de crisis, sino que se extiende también a todo el mercado de operadores de transporte de viajeros.

Intermediarios antes circunscritos a las agencias de viajes, junto con las clásicas radioemisoras de taxis, y, ahora dominados por las plataformas digitales, dueñas y señoras de las carteras de clientes y los proveedores de servicios, bien sean taxistas, VTC u otras modalidades. Estos operadores se encuentran también regulados, pero de un modo mucho más flexible que los licenciatarios de taxis. Aportan la gestión de las flotas, la tecnología en la intermediación y, en casos, hasta la organización de los servicios, comisionando a los taxistas, sin cargar con los costes de mantenimiento de vehículos y conductores. La parte del león en la movilidad.

“El sector corre el riesgo de ser subvencionado casi totalmente para crear un nuevo servicio público ruinoso”

Los retos del taxi para 2021 pasan por cohonestar los intereses de taxistas y operadores para que el mercado de la movilidad en taxi reflote. Además, los operadores deben evolucionar a una gestión integral del negocio que ofrezca en un mismo paquete, vehículos, mantenimientos, seguros, talleres, metrología, etc. La situación es tan grave que o todo el sector colabora en optimizar gastos y recuperar público, apoyándose en la eficiencia y calidad que aportan tanto las plataformas digitales y otros valores que incorporan los comercializadores tradicionales, o al sector del taxi le espera tan larga salida de los números rojos que la pérdida de valor de negocio y licencias puede ponerlo en riesgo de que su actual estructura -taxistas y operadores- sea reemplazada por otra. Es decir, que las personas y empresas que actualmente están hoy en el sector sean sustituidos casi totalmente por otros nuevos actores.

Como consecuencia de este momento crítico surgen las mayores tensiones y conflictos de intereses entre los dirigentes sectoriales. Tanto de las asociaciones como de las radioemisoras y plataformas digitales, de las cooperativas y de todos entre sí. En cierto modo esta sonando un “sálvese quien pueda”. Como en el resto de los ámbitos económicos y sociales, los intereses de cada cual difieren notablemente según la posición que ocupan en el reparto del mercado. Por eso, si los taxistas no abandonan la polarización creada por populismos, sectarismos, y dirigentes mesiánicos y entierran la guerra del taxi para ponerse a trabajar, cooperar y relanzar su servicio mediante la calidad y la competitividad, los resultados desastrosos de la gestión de la crisis en España, junto con la transformación de las ciudades y los avances de la técnica van a pasar una factura sectorial terrible. Hasta el punto de la inviabilidad de una actividad que en su día fue próspera en y que, en su caso (dramático), tendría que ser subvencionada casi totalmente para crear un nuevo servicio público ruinoso. Me atrevo a decir que nadie que viva de trabajar su propio taxi quiere eso.

Siempre va a existir la necesidad de desplazarse puerta a puerta, pero se trata de si ese servicio se seguirá ofertando por los actuales taxistas y operadores del sector o por otros. Ahí también está otro reto para 2021. Para que el actual sector subsista y reflote, es precisa la cooperación entre todos: taxistas, emisoras, asociaciones, cooperativas y plataformas con el aprovechamiento de las mejoras regulatorias que se impulsaron en aquellos retos de 2018.

Se que proponer cooperación en medio de una guerra abierta es como declararse vegano en una matanza, pero estoy convencido de que es el verdadero reto para impulsar un sector que debe superar esas tensiones para que su negocio pueda volver a prosperar, mientras siga azotado por una crisis de demanda como nunca la hubo y tenga unas tesorerías extenuadas por la crisis económica. En medio de la tormenta perfecta no se deben buscar enemigos, sino aliados.

Al final, casi uno termina convencido de que, de este ejercicio o juego de pensamiento mágico de principio de año nuevo, que decía al inicio del artículo, puede salir algo bueno. Ingenuidad tal vez, pero por intentarlo que no quede. En cualquier caso, no solo bastará esa cooperación para afrontar el reto de 2021, sino también reducir la interferencia del Gobierno en la recuperación del sector, y, sobre todo, de lo peor de la política en los dirigentes sectoriales. Pero eso ya es otra historia para contar a parte.

Emilio Domínguez del Valle es abogado experto en movilidad y transportes. Secretario Técnico de FEDETAXI.