La experiencia de dos veteranos en la carretera
BARCELONA. EL PERIODICO. RAFAEL JULVE.- Jaume Benach tiene 75 años y cuatro coches: un 600, un dos caballos, un Seat 1500 y un Citroën Xsara. Todos están en perfecto estado de ITV y a todos les tiene asignada su dosis de kilómetros anuales. «La cuestión es conducir. Me encanta, y aún me siento con ganas de meterle marcha», comenta sonriente.
Le brillan los ojos al señor Benach al hablar de su pasión. «Yo era payés y cuando vine a Barcelona desde mi pueblo, Sant Jaume dels Domenys (Baix Penedès), supe que tenía que dedicarme al transporte para no sentirme encerrado. En 1958 me saqué el carnet. Después, cuando me asenté en la ciudad, estuve ocho años de repartidor con una camioneta DKW y finalmente, en 1974, me hice taxista… hasta que en el 2001 me jubilé», rememora tras sacar con precisión quirúrgica tres coches del garaje . El cuarto, el Seat 1500, está en el pueblo.
Además de los tesoros con ruedas que cuida celosamente, por sus manos han pasado otro 1500, otro 600, un Chrysler, un Citroën BX y un Peugeot 405. «En mi vida he hecho más de cuatro millones de kilómetros; aunque ahora solo hago unos 12.000 al año», cuenta un poco apenado. «Es que por Barcelona no me gusta conducir porque hay problemas para aparcar, así que cojo el autobús o la bici. Pero sí que estoy yendo estos días con el dos caballos a L’Hospitalet a recoger a mi nieto, que está de vacaciones» .
De excursión o al pueblo
Ese mismo vehículo o el 600 son los que usa para hacer excursiones con un club de aficionados a los coches antiguos. También los emplea cuando opta por la N-340 para desplazarse al pueblo, a 65 kilómetros de Barcelona. «Con ellos voy a 80 o 90 kilómetros por hora. Por eso llevo el Xsara si voy por la autopista, que es más aburrida porque hay demasiadas rectas».
Aparte de algún que otro gracioso que le pita al verle con sus reliquias al volante, el señor Benach no ha sufrido ningún incidente reseñable en los últimos años. «Voy seguro, no me fallan ni la vista ni el oído y conduzco igual que siempre, quizá más tranquilo porque la experiencia me permite prever muchas cosas. Yo creo que la gente debería poder conducir hasta que la salud se lo permita», reflexiona.
Maria Pujol, una vecina de La Garriga (Vallès Oriental) de 76 años, no acaba de compartir esa teoría. «Yo pondría el límite de edad a los 78 o los 80. A partir de entonces, por mucho que creas que estás bien, quizá ya no controles del todo», argumenta. Por eso, coherente con su tesis, la señora Maria calcula que le quedan «dos años» en la carretera pese a que ahora se ve en plena forma. «Cuando hay algún frenazo, alguien sale de una calle a lo loco o se cambia de carril sin el intermitente, reacciono rápido y pienso: ‘Aún tengo bien los reflejos’».
Tópicos rotos
Esta veterana automovilista se sacó el carnet hace 38 años «por ilusión y para tener más libertad de movimientos». Ha hecho trayectos a Córdoba y a muchas ciudades catalanas. Ahora baja de tanto en tanto a Barcelona, pero se mueve sobre todo por el pueblo. «Vivo a más de un kilómetro del centro y el coche me permite ir a todas partes sin depender de nadie. Lo uso dos o tres veces al día», explica. Tampoco recuerda ningún accidente grave en los últimos años (sí que tuvo uno hace tres décadas en que se durmió, y ahora siempre descansa cinco minutos antes de arrancar). «Ni siquiera escucho