Los taxistas adaptados de València piden ayudas para ser rentables: “Muchos se lo están dejando”
*El sector se queja de que son pocos y piden subvenciones para afrontar los elevados costes | “Adaptar un coche para una persona con movilidad reducida puede costar 14.000 euros y no nos dan ni uno solo en ayudas”, denuncian
*”Unos pocos somos taxistas adaptados por vocación, y el resto lo es por obligación y sin que les interese el tema“. Enrique Aparicio es de los que lleva décadas con su furgoneta preparada para transportar a personas en silla de ruedas u otro tipo de movilidad reducida. Es de los primeros, pero denuncia que cada vez son menos.
VALÈNCIA. LEVANTE EMV. GONZALO SANCHEZ.- Los taxis adaptados denuncian que se sienten abandonados por la administración. Y que con la subida de combustibles y de precios en general están dejando de ser rentables. “Muchos se lo están dejando porque hay muchos servicios que consisten en perder dinero”, denuncia Aparicio.
Aunque hacen todo tipo de servicios, el coche que circula es el mismo, y en sus días libres solo pueden salir para clientes adaptados. El primer problema que mencionan es el combustible. “Todos somos diésel, y consumimos de media unos 10 litros a los 100. Es así porque no hay vehículos eléctricos tan grandes, y no se les puede hacer la adaptación, así que estamos obligados a usar combustible”, cuenta.
Esto provoca situaciones en las que las carreras dejan de ser rentables. “Yo he hecho algunas así. Si estoy en València y me piden un servicio adaptado en Torrent yo no puedo sacar beneficio de eso, he hecho ya varios servicios en los que pierdo dinero, solo porque son clientes de toda la vida”, explica Aparicio.
Emilio asegura que “hoy en día no hay ningún incentivo para ser un taxista adaptado“. Por ejemplo, Enrique va a comprar un taxi nuevo; “me cuesta treinta mil euros el taxi y 44 mil con la adaptación. Y el problema es que de esos 14.000 euros no voy a recibir ni uno solo de ayuda de la administración ¿Por qué voy a decidir hacerme adaptado?”, lamenta.
Ambos cuentan que esto no fue siempre así. “Cuando empecé teníamos ayudas para el combustible y nos dejaban repostar un número de litros en las cocheras de la EMT. Además, el primer taxi adaptado que tuve me subvencionaron gran parte del dinero que me costó la adaptación, pero ahora ya no hay nada de eso”, explica Emilio.
El porcentaje actual de taxis adaptados es del 6 %, según explica la Conselleria de Política Territorial, y la flota actual es de unos 3.000 taxis, que salen a turnos, con lo que el número en circulación siempre es menor. En el área metropolitana de València ruedan unos 100 coches adaptados. “Pero solo hay 20 que realmente lo sepan hacer”, explica Emilio.
Dice esto porque Conselleria de Transportes y Obras Públicas aprobó una normativa por la cual todo aquel taxista con más de una licencia debía dedicarla a ser un coche adaptado, que puede hacer también servicios de todo tipo. “¿Qué ha ocurrido? Que la gran mayoría de taxis adaptados lo son por obligación, cogen los vehículos más estrechos y más baratos que marca la ley y se ponen a circular así, pero realmente no tienen conocimientos del tema, y las rampas son tan estrechas que muchas sillas ni siquiera caben”, explica.
Conselleria confirma que ahora mismo no existen líneas para subvencionar los taxis adaptados, pero matiza que “está en tramitación una subvención para la compra de vehículos para personas con movilidad reducida para el sector del taxi de la Comunidad Valenciana, cuyo inicio está previsto para 2023 con un presupuesto de 200.000 euros“. También recuerda que existen vehículos “con etiqueta ECO y CERO emisiones que se pueden adaptar”.
Mala praxis
Isabel Alaustré va en silla de ruedas y ha vivido varias de estas situación. “Me he encontrado con taxis que no te atan bien y casi vuelco en una curva, que te colocan al lado de la rueda de repuesto o que no tienen espacio y tengo que llevar la maleta o mis pertenencias encima de las piernas. Hay muchos así”, denuncia.
De hecho, tanto Emilio como Enrique denuncian que “hay muchos taxis adaptados que prácticamente no hacen servicios para gente con movilidad reducida“. Su realidad es la contraria; “los que estamos desde siempre y vamos por nuestro segundo coche adaptado mantenemos a nuestros clientes de toda la vida. Estamos haciendo los mismos servicio que antes de que entraran estos taxis nuevos”.
Es decir “parece que ahora hay muchos taxis adaptados, pero en realidad te pones a mirarlo y solo hacemos servicios los de siempre“. Reivindican que “nosotros nos preocupamos de hacer cursos de primeros auxilios y sobre movilidad para tener conocimientos para manipular bien a las personas, pero el resto no, y se nota”.
Porque esto también va de confianza: “yo tengo el número de Maite, mi taxista, y luego un par por si ella falla, pero necesito saber que va a haber una persona que me trate bien y sobre todo que esté cuando necesite volver y no me puedo fiar de cualquiera”, explica Alaustré. En las noches, por ejemplo, no suele haber a penas vehículos adaptados.
Pese a todo, la experiencia de un usuario con discapacidad ha mejorado estos años. “Antes tenías que pedir un taxi con 24 o 48 horas de antelación y ahora suelen llegar más rápido, aunque también es verdad que no están en todos lados y te toca esperar”, explica Isabel.
Ciudad (in)accesible
“¿Has visto alguna vez el sitio de aparcamiento adaptado del aeropuerto de Manises? Es un drama. Simplemente no hay sitio y hay que abrir la rampa por donde pasan los coches, con el peligro que conlleva”, denuncia Aparicio. Pues así, continúa, en la mayoría de los sitios.
“¿Dónde paras con un taxi adaptado en la estación del AVE de Joaquín Sorolla? ¿Y en la estación del Norte? No puedes, no hay sitio. Tampoco hay en la calle Colón, tienes que apañárteles”, lamenta el taxista. El ayuntamiento vende que estamos en una ciudad verde, en una ciudad para moverse en bicicleta, pero mientras tanto a las personas que tienen muchas dificultades en su vida normal no se la facilitamos”, denuncia Aparicio.
Isabel recuerda varios casos en los que “me tuvieron que dejar en mitad de la calle”. En la calle Colón de València hay varios hoteles en el lado izquierdo, justo entre la calzada y un carril bici. “Es imposible parar ahí ¿Cómo despliegas una rampa para bajar a una persona mientras pasan coches, bicis, patinetes y de todo? Es un infierno”, denuncia Aparicio.