"Taxi, a la Ciutat Esportiva"
* Juan, Toni, Alex, Manuel y Jordi han visto crecer durante muchos años a futbolistas que ahora triunfan… Otros se quedaron en el camino
BARCELONA. JORDI GIL.- Superan la barrera de la puerta trasera de la Ciutat Esportiva. Discretamente. Sin hacer ruido. Aparcan en batería entre los campos de entrenamiento. Su función pasa desapercibida, pero es de gran importancia para que la vida sea más sencilla para los pequeños que empiezan a progresar en el fútbol base blaugrana. Alrededor de 20 taxis procedentes de varios rincones de Catalunya transportan a diario a los niños que viven en distintas localidades ya sean cercanas a Barcelona o mucho más lejos. De Tarragona a Girona, pasando por el Bages, la Plana de Vic o el Maresme. Distancias que pueden alcanzar los 100 kilómetros, aunque asumibles para que los jóvenes que viajan cada tarde a Sant Joan Despí vuelvan a casa a una hora prudencial para acostarse antes de medianoche.
Tras cambiar la Masia por la Ciutat Esportiva, los taxis entraban por la puerta principal, pero el club les recomendó que lo hicieran por detrás para evitar a los representantes que con pocos escrúpulos ya intentan captar a jóvenes valores. En realidad, la presencia de personas ajenas en los entrenamientos se ha reducido mucho en los últimos tiempos.
La tarea de los taxistas se inicia alrededor de las 17.00 h, cuando recogen a los niños en los colegios y los trasladan a las instalaciones del Barça. Durante el camino acostumbran a merendar y llegan a punto para iniciar el entrenamiento. Los taxistas deben esperar unas dos horas hasta que finaliza la sesión y toca regresar a casa. Una rutina que todos siguen con alegría. Los pequeños afrontan cada jornada plagados de ilusión y los taxistas se contagian del entusiasmo. Ellos también sueñan con pasar a la historia por haber aportado su grano de arena en la formación de futuros cracks.
Este fue el caso de Juan Julián Jiménez. Es el más veterano de todos. El día de Reyes cumplirá 60 años y lleva 20 años transportando a proyectos de futbolistas desde el Maresme. Uno de ellos fue Cesc Fàbregas. Este taxista de Montefrío (Granada) lo recogía en las puertas de la Escola Presentació de Arenys de Mar y lo devolvía el último tras realizar toda la ruta de la costa. En los monovolúmenes, de seis o siete plazas, tocaba descargar adrenalina. Los niños se lo pasan en grande, algo que Juan entiende: “Es normal, aunque a veces hay que regañarles. Llevar a los niños es muy gratificante, pero a veces hay que ponerse serio para que aprendan a comportarse”.
Toni recorre a diario el Vallés para que los chicos puedan entrenarse en Can Barça. Jordi Masip y Cristian Tello, del Barça B, han sido algunos de los exponentes que han subido a su coche. Más joven que Juan, Toni ha notado un cambio de tendencia en los últimos años en el comportamiento de los jóvenes respecto a generaciones antiguas. “Se portan bastante bien. Desde que llegó Albert Puig se les ha inculcado que son jugadores del Barça desde que se suben al taxi hasta que vuelven a casa”. La edad de los niños oscila entre los 8 y 14 años de media. Todavía son pequeños y Alex, que realiza a diario la ruta por la comarca del Osona, recuerda el caso de un ñiño que “era muy propenso a marearse y vomitar. Ya tenía guardado su sitio delante para poder reaccionar rápido si se sentía mal”. Y es que algunos llegan a empacharse comiendo bocadillos, galletas o golosinas. Están hambrientos y deben reponer energías antes de la sesión. Tampoco falta un tentempié a la salida.
Todos ellos se encuentran en una edad clave en su formación profesional y los estudios no se pueden descuidar. Los más aplicados, como comenta Alex, “aprovechan el trayecto para estudiar. Los niños se adaptan a todo y algunos ven que es un buen momento para hacer los deberes”.
Manuel recorre desde hace diez años las calles de las ciudades del Baix Llobregat para dejar a los futbolistas en la Ciutat Esportiva. Es de los viajes más cortos, pero no por ello menos intenso. Los niños a veces pueden sacarle de sus casillas, como hacían Martín Montoya (Viladecans) y Jordi Alba (L’Hospitalet). “¡No paraban de pelearse! Lo habitual en niños, pero había que gritarles: ‘¡Basta ya!’ Eran muy revoltosos. Martín era un nervio. Ahora es muy afectuoso conmigo cuando nos cruzamos por aquí”. Montoya siguió en el Barça y Jordi Alba tuvo que buscarse la vida en otros destinos hasta convertirse en internacional con el Valencia. El nombre de otros niños quedan como secreto profesional. “Había un portero que era un demonio, ufff… Ahora ya no juega a fútbol”, señala Manuel.
Jordi, de Terrassa, abre las puertas del taxi para recoger a los últimos jugadores pasadas las 21.00 h. Todos sonrientes, con sus bocadillos en mano que ya servirán prácticamente de cena. Acostumbran a marcharse felices después de haber vivido otra gran jornada, como es habitual en la mejor cantera del mundo. Y el punto final es idéntico día tras día: un taxista cargado de paciencia que aguantará las últimas travesuras de los futuros cracks blaugranas.