Madrugada de cuchillos en el taxi
- Un taxista se recupera en casa del asalto a navajazos que sufrió el pasado fin de semana cuando se disponía a hacer el último servicio de la jornada
Barcelona. LaVanguardia.- “No me mates, por favor, tengo cuatro hijos”. Asad Shoaib Abbasi suplicaba así a uno de los dos atracadores, que le estaba apuñalando con una navaja en el costado después de haberse subido a su taxi la madrugada del pasado domingo. “Le vi en los ojos la maldad, la crueldad”, dice este taxista pakistaní, de 44 años, que se recupera de las heridas en su modesto piso del barrio de Bon Pastor. Salvó la vida porque a veces la suerte juega a favor de las víctimas. Alguien pasó por allí en el momento adecuado o a los atracadores les entró miedo a que viniera la policía. Aun así, Shoaib se lamenta: “Trabajas toda la noche y luego viene un desgraciado y te roba tu dinero”.
Uno de los atracadores, de origen latino, fue detenido esa misma madrugada por un grupo de taxistas que, alertados por la radio de la empresa, corrieron en ayuda de Shoaib y lo retuvieron hasta que llegó una patrulla de la Guardia Urbana. “El otro tenía el aspecto y el acento de alguien del Este europeo, no sé, rumano o ruso”, afirma la víctima, que acaba de tomarse un té y reposa en su sofá en una postura poco natural a que le obligan las varias incisiones que le hicieron con navajas en la zona lumbar. El sospechoso, que Shoaib llama el ruso para hacerse entender y de quien temió que acabara con su vida, está todavía desaparecido.
“Quería irme ya a casa porque la noche estaba muy floja. Al pasar por la Meridiana esquina con la calle Josep Estevill, dos jóvenes me pararon. Todo parecía normal. Me dijeron que les llevara a una dirección del paseo Maragall. Durante el trayecto hablaron amablemente conmigo. Me preguntaron cómo iba la noche y si había trabajado. Parecían buena gente”, recuerda Shoaib. Sin embargo, al llegar al portal del paseo Maragall indicado por los clientes y tras decirles que la carrera eran 6,20 euros, uno de ellos, el de aspecto latino, le golpeó la cabeza con la empuñadura de un cuchillo. Por inercia e instinto de protección, el taxista saltó del vehículo. El ruso ya estaba fuera y empezó a pincharle en la zona de los riñones. “Yo no me di ni cuenta en ese momento, sólo de la sangre que bajaba por la cara. Aun así, pude verle los ojos”. Tuvo la sensación de que podía matarlo y le suplicó cuanto pudo. Le dijo dónde estaba el dinero y un sobre con billetes que desgraciadamente había apartado para ir al día siguiente a comprar un pasaje para Pakistán. “Quería ir porque mi madre está muy enferma”, matiza.
Cuando los atracadores emprendieron la huida, todavía en caliente, Shoaib se subió a su taxi, el que logró comprar hace dos meses después de cuatro años trabajando para otro. Se puso a perseguir a sus agresores. “Iba enloquecido, circulaba contra dirección e iba a toda velocidad. Entonces, se separaron. Decidí seguir al latino porque tenía sobrepeso y sabía que no podría correr mucho rato. Entonces, llegaron otros compañeros del taxi que ya estaban avisados y el atracador se entregó”, relata la víctima en buen castellano. “Ahora estoy de baja. No puedo trabajar, pero tampoco querría. He cogido miedo. Ya lo superaré. Por ahora, tengo un conductor con mi taxi”.
La madre de Shoaib tiene 80 años y está muy enferma. Por eso su mujer permanece en Pakistán y él en Barcelona con uno de sus hijos varones –tiene dos niños y dos niñas–. Mientras su madre viva, las cosas seguirán así. En un futuro, pedirá la nacionalidad y se traerá a toda su familia.