Los taxistas van por libre
* Solo el 15% de los profesionales forma parte de alguna organización profesional
* La Administración denuncia la dificultad de negociar con un grupo tan “atomizado”
BARCELONA. EL PAIS. DAVID GARCÍA VÁZQUEZ.- Juan espera su turno en la parada taxis en la confluencia de Rambla de Catalunya con la calle Diputación mientras discute airadamente con tres compañeros sobre el futuro del sector. Dice que desde hace cuatro años la espera para conseguir un cliente se ha disparado: “Antes, en 20 minutos ya salíamos, ahora Dios dirá”, denuncia con resignación. Es una de las quejas más recurrentes de los profesionales del sector en los últimos meses. Desde 2007, el sector ha perdido la mitad de su negocio, aseguran las principales asociaciones en las que se integran los profesionales del ramo.
La crisis no ha paliado el sempiterno problema de la falta de unidad que ha afectado al conjunto del sector, sino lo ha agravado.Estas diferencias parecieron aparcarse esta semana cuando, por unanimidad, en una reunión con la Administración, se revocó el sistema de turnos, aceptado hace un año por el sector, tras dos días de una huelga salvaje que dejó sin servicio al aeropuerto y la estación de Sants. El sistema de turnos pretendía retirar de la circulación a 2.000 taxis y el acuerdo fue suscrito por el Instituto Metropolitano del Taxis (IMET) y cinco agrupaciones de profesionales. En mayo se celebraron elecciones, en las que solo participó el 30% del sector, y salió una sexta formación, que solo duró unos días porque se retiró “por conflictos internos”, señala Eduard Ràmia, gerente IMET, organismo dependiente del Área Metropolitana de Barcelona y autoridad encargada de regular la actividad del taxi.
“Los taxistas siempre han sido individualistas y con intereses confrontados”, explica Ràmia. “La situación económica ha hecho explotar esta rivalidad”, sentencia. En el sector conviven empresarios que poseen una flota, autónomos que explotan su licencia las 24 horas del día con otro trabajador, aquellos que tienen su propio vehículo y trabajan a un solo turno (12 horas) y asalariados.
Con un sector “tan atomizado”, reconoce Ràmia, se complica la tarea de encontrar un punto de consenso. “Tenemos que buscar soluciones globales para problemas particulares”, reconoce. Después de esta primera prueba, Ràmia tiene claro que no se puede marcar un horario a los autónomos: “Ellos se compraron un taxi y no quieren que nadie les diga cuándo tienen que trabajar”
Son pocos los que en el sector reconocen su parte de culpa. Josep Maria Goñi, representante de la Coordinadora Metropolitana del Taxi, admite que parte de este problema radica en la poca capacidad de liderazgo de las asociaciones: “No somos capaces de unir al sector”. En la actualidad, solo el 15% de los taxistas pertenece a alguna organización.
A pesar de la situación asfixiante que denuncia una gran parte de profesionales, en los últimos 15 años no se han reducido las cerca de 10.500 licencias que hay en el área metropolitana. “Vivimos una época de vacas gordas en la que había trabajo para todos, y se podía llegar a ganar entre 4.000 y 5.000 euros limpios al mes”, recuerda Goñi, . La tesis Goñi la sostienen desde el IMET.
Mientras Goñi mantiene que los taxistas consiguen hoy en día sueldos netos superiores a los 2.000 euros mensuales, José María Sánchez, secretario general del Sindicato de Taxis de Catalunya (STAC), rebaja esa cifra a los 1.200 euros. Las últimas cifras oficiales se remontan a 2007, cuando un taxi que trabajaba a un solo turno facturaba 137 euros al día, según fuentes del IMET. “En la actualidad, hay profesionales que solo cubren los gastos básicos”, revela Sánchez.
A pesar de la multitud de discrepancias, todos los actores coinciden en la reducción de licencias como salida al problema de exceso de oferta. Una medida que ya se llevó a cabo en 1998, cuando se acordó la supresión de más de 1.215 permisos. Dos años después el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña anuló la rebaja tras la denuncia de 144 taxistas. “El problema, como ha pasado esta semana, es que unos minoría puede acabar con cualquier acuerdo”, sentencia Ràmia.