La percepción de peligro encaja con los 37 puntos negros oficiales
BARCELONA. EL PERIODICO.CARLOS MÁRQUEZ DANIEL.- Una cosa son los puntos negros oficiales, los 37 cruces en los que hay un mínimo de 10 accidentes al año -avanzados por este diario el 5 de marzo- y otra, las intersecciones más temidas por el ciudadano, aquellas en las que la sensación de peligro trasciende a cualquier porcentaje, sea por una mala experiencia personal o cercana, por un siniestro que se masca y se evita por los pelos o por una incómoda convivencia entre ruedas y zapatos. Si se superponen ambos mapas, se observa gran coincidencia entre el análisis oficial y el dictamen social, con la salvedad de esas zonas que generan un repelús tan subjetivo como racional.
La cadena de la fragilidad vial, de mayor a menor vulnerabilidad, va del peatón al automovilista, pasando por el ciclista y el motorista. Cada uno vive la ciudad a un ritmo distinto, desde la velocidad de paseo del viandante hasta el mensajero en moto que baja Balmes cortando el viento. En la particularidad nace la distinta sensación de inseguridad. El que va a pie, por ejemplo, según explica Ole Thorson, presidente de la Federación Internacional de Peatones, quiere aceras limpias de bicicletas, pasos cebra bien señalizados y tiempos semafóricos más largos.
Medianas ridículas
Así se entiende que este colectivo pasee con cierta reticencia por la Meridiana, el paseo de Gràcia o la Diagonal; pero no por el diseño de la acera, sino porque pasar al otro lado requiere agilidad. En Diagonal con paseo de Gràcia, si uno no alcanza el otro extremo debe quedarse en una pequeña mediana en la que apenas cabe un coche de bebé o una silla de ruedas. En la Meridiana, donde sucede lo mismo, un niño de 10 años murió atropellado en diciembre. No hay que sacar las tragedias de contexto ni hacer demagogia con un accidente mortal que sucedió en una calle por la que pasan millones de vehículos, pero puede facilitar algunas reflexiones. En el debate sobre la reforma de la Diagonal, explica Thorson, floreció una discusión sobre la necesidad de que los conductores que van por las calles principales sean conscientes de lo frágil que es un peatón ante una tonelada de hierro con ruedas.
La bici tiene una obsesión justificada con los giros de los coches en el Eixample. Si tienen en la cabeza Consell de Cent y su carril bici, entenderán esta inquietud. En Pau Claris, por citar una intersección, las bicis que quieren seguir recto deben primero girar la cabeza y asegurarse de que ningún vehículo a motor desea girar. El ciclista tiene prioridad, pero si no frena, no será ni el primero ni el vigésimo que se va al suelo pasto del frontal de un utilitario. Albert García, portavoz de Amics de la Bici, se detiene en el vial de Paral·lel, donde, según su diagnóstico, «la prioridad semafórica de los coches obliga a las bicis a pasar con su semáforo intermitente, o sea, que en cualquier momento puede aparecer un coche que gira sin mirar». «Todo lo que da preferencia al coche es un punto negro para las bicis», resume.
Motoristas y taxistas coinciden en que las grandes avenidas «son un peligro» porque el hecho de tener preferencia semafórica convierte cada cruce en una «situación de riesgo potencial», como señala Raúl Aldehuela, presidente de la Unión de Taxistas Autónomos Metropolitanos. En el caso de los vehículos de dos ruedas, la cosa empeora si se tiene en cuenta la habitual tentación motera de dar más gas de lo permitido cuando el verde te da una larga pista libre.
Todos, como ya adelantó este diario, opinan que, al margen de que cada uno tenga su propio trauma vial, sería importante que los puntos negros oficiales, los de todos, estén señalizados. El resto ya está en la memoria individual.