El taxista: «No dejaban de hablar contra EE UU»
- El hombre que llevó a los terroristas recuerda su conversación y el olor a amoniaco de su equipaje.
Bruselas. La Razón.- Pasaban las seis de la mañana cuando un taxi (y no una furgoneta como pensaban los terroristas, lo que provocó un rifirrafe con el taxista) esperaba a frente a la frutería Salam Market. Para el conductor se trataba de un trayecto más desde el barrio de Schaerbeek al aeropuerto de Zaventem. Pero este veterano taxista, del que todavía no se ha filtrado su nombre por respeto a su intimidad y seguridad, comenzó a intuir que estos clientes no eran «usuales». Delante, en el asiento del copiloto, se sentó el «hombre del sombrero», que todavía no ha sido identificado y que sigue a la fuga tras abandonar su «carrito explosivo» en la entrada del aeródromo. Detrás iban Ibrahim Bakraoui y Najim Laachraoui (ambos kamikazes del aeropuerto). Según relata el diario belga «La Derniére Heure», mientras que los dos yihadistas que viajaban en la parte trasera estuvieron en silencio todo el trayecto, el copiloto iba algo excitado. «No dejaba de hablar de los estadounidenses, estaba encolerizado y explicaba todo lo que estaban haciendo (en Oriente Medio)», dice «Speedy» un compañero de profesión del taxista que trasladó a los terroristas hasta el aeropuerto y que se hace llamar por este apodo en relación a la «maestría y velocidad» de su conducción, además de por su devoción mexicana a Speddy Gonzales. «Yo le conozco, no somos amigos pero hemos coincidido varias veces. Es un hombre muy agradable, le llaman ‘‘El Griego’’ porque se junta como mucha gente de esta nacionalidad», explica el acelerado conductor a LA RAZÓN.
Según revela el diario belga mencionado anteriormente, el taxista también notó desde el primer momento un fuerte olor a amoniaco, pero no le dio mayor importancia. Al sacar las pertenencias de los tres yihadistas del maletero, éstas dejaron un rastro blanco, lo cual le suscitó especial curiosidad, sin llegar nunca a pensar que serían bombas que causarían la muerte de una treintena de personas.
Una vez les dejó en la terminal de salidas de Zaventem, el taxista recogió a otro cliente. Mientras se dirigía al destino que le habían indicado éste, en la radio comenzó a escuchar que habían explotado unas bombas en el aeropuerto. Ahora sí que le encajaba todo. Los tres pasajeros que acababa de dejar en el aeropuerto podían ser los responsables. Esperó a que su cliente se apeara y fue directo a la comisaría. «Es una reacción ciudadana como la de cualquier otro chófer. Estamos muy orgullosos de él, pero seguimos pidiendo que se respete su anonimato de cara a los medios», explicaban al rotativo belga miembros de la Febet (la federación de taxis de Bélgica). «Yo también soy un héroe», reclama «Speedy», que se resiste a dar su nombre verdadero. «El día de los atentados yo estaba cerca de allí y en cuanto lo escuché me dirigí a la terminal. Ayudé a gente a alejarse de la zona y recogí sobre todo a chavales jóvenes», relata. Antes de concluir la conversación con este diario deja caer que con alguna propina podría intentar ponernos en contacto con su compañero, pero este periodista declina la oferta.