Uber no es para mí

image

Articulo del Periodista: MANUEL FUENTES
Leí el libro de Walter Isaacson sobre Steve Jobs. Y aparte de descubrir a Jobs como un hombre obsesivo, genial, radical y hasta tiránico, entendí que a través de su vida y de su obra también se podía seguir la pista de cómo el mundo estaba cambiando sus reglas.
La eclosión de la revolución tecnológica nos lleva a lo que algunos han denominado destrucción creativa, que no es más que ver que una nueva manera de funcionar se impone y se carga toda la estructura vertical que hasta entonces regía el negocio en cuestión. Hablo del consumo de música, del sector audiovisual, de las agencias de viajes, de los anuncios para buscar casa, de los gadgets electrónicos y de tantos y tantos sectores en transformación por las posibilidades que nos ofrece internet y por el momento actual.
Para la música y lo audiovisual, internet representó (y en algunos casos todavía representa) el triunfo de la selva, con lo que las posibilidades de legalizar el nuevo escenario desde un portal como Itunes provocaron una revolución de precios.
En un mundo donde no se distingue la copia del original, el low costa se impone mientras por el camino el valor añadido se pierde o se transforma. Así funciona el consumo masivo y así está cambiando las reglas.
Exagerando, podríamos decir que hoy un teléfono hace el trabajo que antes se hacía desde una agencia de viajes, una secretaría o una compañía discográfica. O sea, que la herramienta para todo y el canal se imponen. Al tiempo, estamos en una espiral de pobreza y debido a la falta de recursos económicos consumimos cada vez más barato, y así los que nos proponen servicios cada vez lo hacen con menor calidad. El negocio está en el que nos conecta y cada vez menos en el servicio que se ofrece.

El Nuevo Mundo

La semana pasada, los taxistas se pusieron en huelga por el intrusismo creciente que detectan en su sector. La gota que ha colmado el vaso son las aplicaciones de móvil que facilitan que los usuarios con rutas coincidentes compartan coche. Sin impuestos, sin los protocolos de seguridad en el servicio que sí deben pasar los taxis. Así le pasó a la música y a tantos otros negocios. Yo no pienso utilizar Uber, pero la huelga de taxis me pilló en el aeropuerto y gracias a ella descubrí el Aerobús. Por menos de seis euros te deja en el centro, y además a mí me tocó un conductor que merece un ascenso. Se llama Ángel, es futbolero, le falta una falange en el dedo corazón de la mano derecha, es muy simpático y te indica qué combinación te viene mejor para ir a tu destino final. El nuevo mundo después de la revolución tecnológica va a dejar muchos cadáveres, pero si toda crisis alberga una oportunidad, prueben con el Aerobús. Si dan con Ángel, tocarán el cielo.