El chileno Rodrigo Díaz compagina la épica latina con el taxi barcelonés

Roddrigo Díaz, entre taxis de Barcelona
BARCELONA.- Con tres premios literarios en su haber, Díaz Cortez considera “un milagro” que una editorial le haya fichado, puesto que su primer libro de cuentos tuvo que ser autopublicado y vendido por él mismo entre los bares del barrio barcelonés de Gracia y el Retiro madrileño.
En el 2007, su novela “Tridente de Plata” ganó el premio Vargas Llosa de la Universidad de Murcia y “Poeta bajo el mar” quedó finalista del premio “Ciudad de Barbastro”(2008) y del premio Qué Leer (2010), sin que ninguna de las dos se publicase.
Convencido de su futuro literario, Díaz Cortez saltó el charco desde su Santiago de Chile natal hacia Barcelona, el 8 de mayo del 2001 y, para subsistir, cuidó de una tía tetrapléjica a cambio de casa y comida durante su primer año de estancia en España.
Hizo también de policía en la película de Fernando Trueba “El Embrujo de Shanghai”, trabajó de jardinero, de pintor, de albañil y hasta de aparca-coches en el emblemático mueblé barcelonés “la Casita Blanca”, una experiencia que le ha servido para perfilar una futura novela sobre los hoteles por horas.
“Yo me considero un ‘hombre-orquesta’, como dicen en mi país, y hasta que conseguí la licencia de taxista con los 12.000 euros de un premio literario, me gané la vida como profesor de técnicas narrativas y construcción de relatos en una Academia, en la que habré formado a unos seiscientos alumnos”, detalla Díaz Cortez.
Nacido en Santiago de Chile en 1977, Rodrigo pasó largas temporadas de su infancia y de su adolescencia en el desierto de Atacama, en compañía de su padre, abuelos y de una bisabuela muy lúcida de casi cien años, de cuyas historias orales se alimenta “El peor de los guerreros” (Los libros del lince).
“Mi novela da voz a tres generaciones de chilenos -desde 1939 hasta el golpe militar de Pinochet- con historias reales pasadas por el tamiz de la ficción, seis personajes protagonistas y un sinfín de secundarios”, explica Rodrigo de su obra, escrita en modo flashback.
Los personajes estrafalarios, pintorescos y coloridos que Rodrigo perfiló para un cuento de cuarenta páginas le pidieron a gritos una novela, “y decidí darles vida y dejar que se expresaran”, recalca el autor de esta novela.
“El peor de los guerreros” se llama Samu y murió arrojado al mar desde un avión, como otras víctimas de Pinochet. Ese “fantasma”, propietario del burdel “El Arca de Noé”, regresa a su aldea y sirve de narrador de esta novela-río, que se inicia como policíaca y continúa como una épica de todo el siglo XX de la historia de Chile.
“Yo hablo también en mi novela de los mineros de Atacama, gente muy dura, muy recia, como los topos, con una capacidad asombrosa para soportar el calor, con mucha fuerza para realizar un intenso trabajo, amantes de comer mucho, gente muy religiosa y también muy borracha cuando celebran su salida de la mina”, recalca Rodrigo.
“En mi novela, califico a los mineros de ‘pampinos guerreros’ y los defino como personas a las que el sol achica el cerebro y que no mueven los labios”, remacha, en referencia a los predecesores de los mineros actuales.
El escritor apunta que muchos de estos hombres atrapados durante días en el interior de una mina están ahora sufriendo fuertes depresiones, “al no haber sido preparados para el acoso mediático y el olvido posterior”, y que muchos no están en condiciones de volver ahora a la mina.
“Debo decir que mi corazón está en el desierto de Atacama, porque allí fui muy feliz y en él aprendí la solidaridad y la humildad, a vivir la vida con sencillez y la posibilidad de reflexionar”, concluye Rodrigo Díaz Cortez